Faltan pocos minutos para las nueve de la mañana cuando, al bajar del tren en Recoletos, me encuentro cara a cara con la imponente fachada de la Biblioteca Nacional de España. En lo alto de la escalinata, el profesor Óscar Perea Rodríguez recibe a los asistentes que van subiendo los peldaños. Subo yo también y nos saludamos con Pedro, de Oviedo, con Alberto, de Cáceres, con Charo, de Madrid y con Kayoko, que viene de Japón tras un largo viaje. Pocos minutos después llegan los profesores Gemma Avenoza, Charles Faulhaber y Lourdes Soriano. Mientras esperamos al resto de participantes, tomamos una primera fotografía de grupo junto al celebérrimo Luis Vives, dando así por inaugurada la jornada de formación de este III Seminario Internacional PhiloBiblon BNE, el primero que acoge la Biblioteca Nacional de España.
La directora de la BNE, Ana Santos Aramburu, nos da la bienvenida en la Sala Frontón y, acto seguido, nos vamos presentando uno a uno. Algunos de los participantes se conocen ya “de la sala de raros”; otros han coincidido en clases, en cursos de doctorado, en congresos. Originarios de tres continentes y de una docena de universidades, Rocío Alonso, Pedro Álvarez, Alberto Escalante, María Rosario Fuertes, Tatiana Jamborova, Gabriela Martín, Tania Varela, Carlos Pío, Celia Redondo, Kayoko Takimoto, Nerea Vidal y una servidora estamos reunidos para aprovechar estas doce horas de la mano de los doctores Gemma Avenoza, Álvaro Bustos, Charles Faulhaber, Patricia García, José Luis Gonzalo, Óscar Perea Rodríguez y Lourdes Soriano. Además del comité científico y de los alumnos del seminario, están también entre nosotros la Jefa del Servicio de Manuscritos e Incunables, María José Rucio; el Jefe de la Sala Cervantes, Javier Docampo; y María Victoria Salinas, del Departamento de Manuscritos, Incunables y Raros.
Como a Ángel Gómez Moreno le resulta imposible asistir, Charles Faulhaber, de la Universidad de California, Berkeley, se encarga de la primera intervención, que gira en torno a la historia y al manejo de PhiloBiblon. Durante unos minutos nos hace partícipes de las vicisitudes de un proyecto pionero de humanidades digitales que nació antes siquiera de la existencia de Internet y nos cuenta el funcionamiento de la base de datos. En la sesión siguiente, Gemma Avenoza nos da las claves básicas de toda descripción codicológica: nos habla del libro como un objeto arqueológico, del trabajo con los manuscritos como de una expedición compleja que necesita de una preparación meticulosa y detallada, del peligro de los guantes, de interesantes anécdotas del oficio. Nos habla con pasión desbordante de atriles, pesos, misceláneos, facticios, bifolios, signaturas, transcripciones, pautados, calderones y, sobre todo, de la importancia de la paciencia.
“¿Tenéis los lápices, los formularios de PhiloBiblon y las cintas métricas para bajar a la Sala Cervantes?”, nos preguntan los profesores al acabarse la segunda sesión. “Ya sabéis que no está permitido llevar bolígrafos ni nada que pudiera servir para recortar páginas”. Estas medidas de seguridad nos recuerdan que estamos a punto de a ir a un espacio de la biblioteca en el que se custodian textos de importancia incalculable, un verdadero tesoro de nuestras letras. Será allí donde se desarrolle gran parte de nuestro trabajo: dos horas de prácticas de descripción de manuscritos y dos horas de descripción de impresos.
Una vez en la Sala Cervantes, me quedo impresionada al ver que, encima de un gran cojín verde, me espera el MSS/6291, un maravilloso códice iluminado del siglo XIII que contiene el Libre de vicis et de virtuts, así como oraciones en latín y en catalán antiguo. Al final del volumen descubro una extraña escritura que, con los doctores Charles Faulhaber, Gemma Avenoza y José Luis Gonzalo, concluimos que podría tratarse de la traducción a una lengua de alfabeto bráhmico del salmo penitencial “Domine ne in furore tuo arguas me”.
No muy lejos de donde estoy, Kayoko trabaja con el MSS/12672, una obra de Mosén Diego de Valera; Alberto describe una copia parcial del Poema de Fernán González y Pedro está concentrado en un manuscrito que contiene una Vida do Infante dom Fernando de João Álvares. Charo, por su parte, examina el MSS/6930, de la Crónica del Conde Fernán González de Gonzalo de Arredondo, en el que encuentra dos filigranas y reclamos horizontales generalizados. Más adelante me comentará: “La verdad es que, como la gran mayoría de los que estuvimos allí, me quedé obnubilada ante esos maravillosos libros”.
Por la tarde, tras una fructífera sesión sobre el libro antiguo que trata de encuadernaciones, repertorios y antiguos poseedores, y otra sobre los materiales biográficos —a cargo de la profesora Lourdes Soriano y el profesor Óscar Perea Rodríguez, respectivamente— volvemos a la Sala Cervantes para trabajar, ahora, con impresos. En este caso, tengo la suerte de enfrentarme a un incunable mientras Pedro, cuya especialidad es la literatura portuguesa de los siglos XVI-XVII, examina un facticio que incluye la Crónica do Imperador Clarimundo de João de Barros mientras Carlos estudia una traducción portuguesa del Livre des Trois Vertus de Christine de Pisan, titulada Espelho de Cristina. Kayoko se dedica a estudiar una versión del Amadís publicada en Roma; Alberto, una copia impresa de la Estoria del noble cavallero el conde Fernán Gonçález, de 1530; y Charo, un impreso que contiene el Libro de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina (Sevilla, 1518).
En efecto, los manuscritos e impresos no fueron escogidos aleatoriamente, sino que, muy al contrario, habían sido preparados de antemano por Óscar Perea según los intereses de los asistentes. Como me confesaría Pedro, “el hecho de que los textos de las prácticas estuvieran personalizados en relación a la investigación de cada uno de los participantes del seminario me pareció un detalle muy especial”. Por otro lado, Alberto valoraría muy positivamente la interrelación entre teoría y práctica: “Las técnicas de descripción codicológica y de libro impreso que aprendí por primera vez en el seminario me sirvieron para abordar el estudio del volumen con rigor metodológico”.
Faltan pocos minutos para las ocho de la tarde cuando tiene lugar el acto de clausura del III Seminario Internacional PhiloBiblon BNE, en el cual nos entregan los diplomas de asistencia y aprovechamos para compartir nuestras impresiones. Mientras bajamos los peldaños de la escalinata, agotados por una intensa jornada que se nos ha hecho corta, todos coincidimos en la gran calidad de este curso y en el alto nivel de los profesores y organizadores. Somos también conscientes de que los alumnos que hemos asistido al seminario compartimos el mismo interés por este campo de estudio. De hecho, con algunos de ellos nos volveremos a encontrar manejando manuscritos e impresos en el curso “Herramientas para el estudio de la Literatura Medieval y del Renacimiento”, en San Millán de la Cogolla. Toda una auténtica sorpresa.
Semanas más tarde, Kayoko, profesora de la Keio University de Japón, recordaría aquella jornada con estas palabras: “Lo que me emocionó más fue la paciencia y la pasión con las que nos trataron todos. Fue un privilegio tener al mismísimo Faulhaber como uno de los profesores. Todos nos trataron amablemente, sobre todo, en la Sala Cervantes. A cualquier pregunta, hasta la más básica e ingenua, contestaron con toda sinceridad y consideración. Terminé contenta, feliz y emocionada. Todo fue práctico y bien organizado”.
Laura Solé Aymamí
Universitat de Barcelona