Mortui sunt vermes: dos ensalmos cómicos en un manuscrito alfonsí

A veces la descripción codicológica ofrece momentos inesperados para el humor, un aspecto más frecuente de lo que creemos en la tradición medieval: entre observaciones, glosas y reclamos suelen aparecer comentarios y llamadas que hacen sonreír al estudioso.

El códice P-III-2 de la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (BETA manid 2753) contiene el Libro de las ordenanças e statutos de la ciudat de Salamanca y, a continuación, un conjunto de textos jurídicos del escritorio de Alfonso X el Sabio. Puede verse una descripción completa de esos materiales aquí.

Los espacios para la expansión burlesca de los copistas o lectores medievales suelen figurar en los huecos dejados en blanco al no rellenar un texto la página entera. Es lo que sucede en esta ocasión: el último folio del tercer cuaderno (24v), al final de las ordenanzas de Salamanca, estaba en blanco: en el f. 25r comenzarán los textos jurídicos.

En ese espacio libre se copian en latín, a modo de relleno, tres breves textos bíblicos tomados de un misal (comienzan “In illo tempore”) correspondientes a tres pasajes del Nuevo Testamento (Jn 19, 25-27: “Stabant autem iuxta crucem”; Lc 11, 28: “Beati qui audiunt verbum dei” y Mt, 20, 18: “Filius hominis tradetur”). Estas breves piezas (las dos primeras de tema mariano) sirven para ocupar parcialmente esa página.

Pero seguía habiendo espacio en blanco. Justo debajo de los tres textos, otra mano antigua (que podemos situar en el siglo XV), a imitación de la anterior, inserta unas líneas burlescas, a modo de paráfrasis litúrgica: el resultado es un ensalmo o conjuro cómico. Nótese el contraste entre el título castellano, que imita los de las rúbricas de los bendicionales, y el cuerpo de la oración en la lengua propia del rezo litúrgico:

“Para los gusanos

◊ In nomine patris mortui sunt vermes.

◊ In nomine filli mortui sunt vermes.

◊ In nomine Spritus Sancti mortui sunt vermes.

In pace in idipsum dormiant et requiescant”

Se trata, obviamente, de una paráfrasis del rito fúnebre de la bendición de las exequias: pero esta vez no se bendice a un cadáver normal. La bendición trinitaria, aplicada a decenas de situaciones y sucesos de la vida en los bendicionales, subraya en esta ocasión que “Duerman en la paz de Dios y descansen en paz los gusanos”.

No cabe duda de que el autor era hombre bienhumorado, como esos escolares de vida alegre, los goliardos, que menudeaban cerca de escuelas catedralicias y primitivas universidades durante los siglos XIII-XV. Lo cierto es que en la tradición oral no es infrecuente el deseo de muerte para los gusanos, pues son parásitos portadores de enfermedades.

No contento con la morbosa referencia a los gusanos, y viendo que seguía habiendo un pequeño espacio libre, nuestro repentino amanuense añadió una segunda oración mágica:

“Para la tempestat:

escrivir estas palabras | en tierra con el dedo mermelique. | Quis nostrum sine peccato est, primus in eam lapide mittat”

“El que esté sin pecado que tire la primera piedra” es, como sabemos, una referencia bíblica al perdón otorgado por Cristo a la mujer adúltera (Jn 8, 7). En aquel pasaje Cristo está escribiendo sobre la tierra mientras evita pronunciarse sobre la acción de esa mujer; de ahí la referencia al dedo. La Vulgata de San Jerónimo ofrece un matiz interesante: “et dixit eis qui sine peccato est vestrum primus in illam lapidem mittat”. Lo que nuestro bromista dice es “nostrum”, no “vestrum”: es decir se incluye dentro del gremio de los pecadores.

¿Y por qué el dedo mermilique? Es clara alusión al más pequeño, el meñique. Bajo esa voz María Moliner explica en su Diccionario que procede de “un antig. ‘margarique’, variante de ‘margarite’, del fr. antiguo ‘margariz’, traidor, por el papel de acusón que se atribuye al dedo meñique en el folklore infantil”.

Se cierra así el círculo de la exégesis: la Biblia habla de una acusación y nuestro escolar sabe, por eco de la tradición popular, que el dedo con el que Cristo escribió en la arena era el meñique, el más acusica de los dedos: bajo esa etiqueta, ha pervivido hasta el folklore moderno. Es inequívoca también la formulación de conjuro o ensalmo de esta bendición apócrifa.

Posiblemente la “tempestat” de nuestro manuscrito también contenga una alusión bíblica: es la que se cernía sobre la mujer adúltera de no mediar la exculpación salvadora; nuestro escolar risueño se compadece de ella, pero también de sí mismo (“quis nostrum”).

Las dos sorprendentes bromas medievales insertas en el f. 24v del códice escurialense P-III-2 testimonian que la risa no es incompatible con la legislación canónica alfonsí. Y que la descripción codicológica ofrece espacios inesperados para el humor.

Álvaro Bustos
Universidad Complutense de Madrid