PhiloBiblon 2020 n. 1 (febrero): Crónica del V Seminario Internacional PhiloBiblon-BNE-UCM (Madrid, junio de 2019)

Queremos presentar la primera entrega de PhiloBiblon para 2020 y, antes del inminente anuncio del VI Seminario Internacional PhiloBiblon, publicar esta crónica del V Seminario, de mano de una de sus integrantes, Mónica Martín Molares, de la Universidade da Coruña:

“Somos como enanos a hombros de gigantes”. Con esa cita—atribuida a Bernardo de Chartres, erudito del siglo XI, por su discípulo Juan de Salisbury—iniciaba el V Seminario Internacional PhiloBiblon, que se desarrolló durante los calurosos días 19 y 20 de junio, y que permitió a una serie de jóvenes doctorandos o recientes doctores acercarse a quienes llevan este proyecto. Porque a veces usamos plataformas y herramientas sin valorar o comprender el entramado interno que las sustentan.

El 19 de junio, una vez reunidos todos en un espacio tan simbólico para los filólogos como la Biblioteca Nacional de España (en concreto, la Sala Frontón), comenzaba el seminario organizado por PhiloBiblon. Nos daba la bienvenida el director del departamento de Manuscritos, Incunables y Raros, Javier Docampo Capilla, ante la imposibilidad de asistir de la directora de la BNE, Ana Santos Aramburo.

Javier Docampo da la bienvenida a los participantes del V Seminario

Tras la apertura, los organizadores nos pidieron que nos presentáramos, por lo que tanto asistentes como organizadores pudimos compartir lo que nos movía, qué nos había llevado hasta aquí y a qué dedicábamos nuestro tiempo. Desde ese primer momento, en que cada uno de nosotros pudo explicar sus líneas de investigación, se apreciaba ya el carácter cercano y personalizado del curso, que continuaría hasta el final del mismo.

Participantes en el V Seminario PhiloBiblon Internacional

Óscar Perea Rodríguez y Ángel Gómez Moreno fueron los encargados de trasportarnos en el tiempo para hablarnos de los inicios y antecedentes del proyecto. De este modo, solo conociendo el pasado podemos llegar a valorar oportunamente esos proyectos pioneros e innovadores, que han sabido perdurar, creciendo y mejorando con el paso de los años. Y es que a veces, sobre todo quienes formamos parte de proyectos de investigación desde hace menos de un lustro, no somos conscientes del esfuerzo que supuso para sus creadores hacerse camino en un campo poco trabajado en aquel momento, donde se unían disciplinas que podían parecer tan dispares como las Humanidades y la Informática.

Así, Óscar Perea Rodríguz nos presentó (en fotografía) a los siete investigadores pioneros. De su mano recorrimos las distintas fases por las que fue pasando el proyecto, desde sus inicios en la University of Wisconsin en 1975 como un proyecto complementario al Dictionary of the Old Spanish Language (dirigido por Lloyd Kasten) hasta la versión actual. Para la confección de ese diccionario se ideó un proyecto anejo que tenía como objetivo ubicar, catalogar y describir las fuentes primarias que se iban a utilizar: Bibliography of Old Spanish Texts (BOOST), de la que asumió el cargo Charles Faulhaber en 1981. Con los años, a esa Bibliografía de Textos Antiguos (BETA), se sumaron los textos antiguos catalanes (BOOCT) y, poco después, los textos portugueses (BOOPT); que serían rebautizados como BITECA y BITAGAP, respectivamente. Los dos investigadores de PhiloBiblon hicieron hincapié en la importancia del proyecto dirigido por Francisco Marcos Marín y el propio Gómez Moreno en los noventa: ADMYTE (Archivo Digital de Manuscritos y Textos Españoles), que ofreció tres cederrones con la primera versión interactiva de PhiloBiblon mas las imágenes y textos digitalizados de 50 incunables y pos-incunables de la BNE, primer intento mundial de presentar texto e imagen en ventanas enfrentadas

La evolución del proyecto ha estado íntimamente ligada a los avances que se produjeron en los sistemas informáticos y de almacenamiento: pasando de un ordenador central “mainframe” a MS-DOS y luego a Windows, que conllevó un cambio de arquitectura y la utilización de Advanced Revelation, un nuevo programa de gestión de bases de datos.  Pasó en 1997 a la web 1.0 (con la primera versión web del motor de búsqueda), tan sólo tres años después de su creación en el laboratorio CERN, y en 2011 a la versión actual (con un nuevo motor de búsqueda y la ventaja de presentar una versión multilingüe). Sin duda, seguirán adaptándose a los nuevos cambios que vengan.

Tras una breve pausa, continuaba la mañana junto a Gemma Avenoza y Ricardo Pichel. En este caso, y gracias a los distintos manuscritos seleccionados por ellos, nuestra vista hizo un recorrido peninsular por las distintas letras (y manos) que podemos encontrar en esos documentos. Nuestros ojos iban habituándose a la letra carolina, pasando por la gótica textual, libraria o cursiva, hasta la letra humanística y la endiablada letra procesal. Ricardo Pichel nos hizo un recorrido completo desde las letras más legibles hasta aquellas que prácticamente nos harían sudar la gota gorda; esas que podrían provocar que nuestras dioptrías fuesen en aumento.

Y es que tenía razón la profesora Avenoza cuando nos recordaba que la paleografía es una disciplina que requiere muchas horas de entrenamiento y que nunca se acaba de dominar del todo. Por ello, es necesario adquirir un conjunto de destrezas y, sobre todo, practicar. El conocimiento de una disciplina auxiliar como la paleografía es fundamental para acercarnos a estos documentos antiguos, para poder entenderlos; puesto que, ¿qué sentido tendría preservar este patrimonio escrito, si no pudiésemos ser capaces de descifrar lo que en ellos se dice?

Sin embargo, no solo el contenido es lo que nos debe ocupar. Asimismo, entender cómo se gestó o como se realizó un manuscrito es necesario para un completo análisis y para poder facilitar los trabajos o estudios posteriores. Ahora bien, una vez entendido por qué interesa describir los manuscritos medievales, ¿cómo se debe hacer esa descripción? Sabíamos que después de reponer fuerzas en la comida, iríamos a la Sala Cervantes a consultas, por lo que antes de ello Gemma Avenoza nos dio una breve lección sobre codicología. Antes de enfrentarnos a unos documentos con esas características es indispensable establecer una serie de protocolos de descripción que, por un lado, unifiquen la información extraída y, por otro lado, nos sean de utilidad para poder comparar los datos de un manuscrito con otro.

La experiencia del equipo de PhiloBiblon en la consulta y descripción de manuscritos les ha llevado a diseñar un formulario con unas detalladas indicaciones que facilitan esta tarea. Además, en un proyecto en el que colaboran tantas manos, se necesita aún más tener unos criterios claros para no duplicar registros y para que se presenten los datos con cierta uniformidad. Aunque si bien, en su propia web reconocen que es posible encontrar variaciones o discrepancias, como es lógico ante cuatro bibliografías con un número tan elevado de entradas.

Tras localizar los datos relevantes sobre la obra y, en concreto, sobre ese manuscrito, uno de los aspectos a tener en cuenta es que debemos comenzar la descripción de fuera hacia adentro. De esta manera, el primer paso es recopilar toda la información sobre el manuscrito, consultando no solo en webs sino también en los catálogos de bibliotecas (sobre todo—como nos aconsejaban—aquellos que están gastados, en esos en los que se leen interesantes anotaciones de bibliotecarios que los manejaron en sus labores diarias) y atendiendo después a la encuadernación, para entender si es contemporánea a la copia, posterior, reutilizada, etc. A continuación podemos adentrarnos en el manuscrito, desde un punto de vista estructural: vertebración del volumen, material y organización, proyecto codicológico (si hay huecos para las iniciales, etc.) y contenido. Prestaremos atención, por ejemplo, al material empleado; si es pergamino o papel. En este último caso, intentaríamos distinguir la filigrana mientras que en el otro caso podríamos deducir el tipo de animal (si es de cabra, es más gris; si es de oveja, más amarillento; si es de cerdo, salen de 3 en 3 los pelos, etc.).

Después de todas estas interesantes nociones ya estábamos preparados, o eso creíamos, para trabajar con un manuscrito y describirlo. Pero hasta que no se practica no se aprende, y así nos pasó. En cuanto llegamos a la Sala Cervantes, nos esperaban los ejemplares a los que nos enfrentaríamos. Y es aquí donde debo destacar, de nuevo, el carácter tan personal del curso, puesto que cada uno de nosotros tuvo en sus manos un manuscrito relacionado con nuestras propias líneas de investigación, lo cual hizo aún más apasionante el trabajo que teníamos que desempeñar. Tras la emoción inicial, en cuanto comenzamos a analizar el manuscrito nos surgieron muchas dudas. Por suerte estaban todos los miembros del equipo para ayudar a resolver los problemas que iban surgiendo, que no fueron pocos.

Prácticas de manuscritos en la Sala Cervantes de la BNE

Dejando atrás las peculiaridades de los manuscritos, el segundo día estuvo centrado en el libro antiguo. En este caso, cambiábamos no solo de objeto de estudio sino también de emplazamiento. Nos acogieron en la Biblioteca Marqués de Valdecilla con la misma amabilidad que lo habían hecho años atrás, cuando tuve la suerte de cursar en esa sala la parte práctica de las asignaturas del máster de Patrimonio Bibliográfico de la Universidad Complutense. Y como si el tiempo no hubiese pasado para mí, ahí estaba José Luis Gonzalo, decano de la Facultad de Documentación de la UCM, introduciéndonos al libro antiguo. Hizo un panorama sobre las disciplinas que se encargan de su estudio. Reflexionamos, principalmente sobre el concepto de libro antiguo, su cronología, y qué entendemos por él, para terminar resaltando este objeto, el libro, como producto que forma parte del patrimonio de una sociedad. Para ilustrar su charla, trajo consigo sus famosos libros antiguos orientales, que son una maravilla por no ser tan comunes para nosotros al habernos centrado en la producción del libro desde el prisma occidental, olvidando, a veces, esta producción con sus múltiples variedades: sus reducidas dimensiones, sus materiales y sus preciosos elementos decorativos.

Continuaba la sesión con una explicación de Gemma Avenoza sobre la bibliografía material aplicada a PhiloBiblon para terminar con Óscar Perea Rodríguez, que nos explicó cómo funcionaban los identificadores que se utilizaban en las bases de datos de PhiloBiblon, tales como MANID (manuscrito o impreso), TEXID (obra o título) o COPID (para impresos, las copias de una misma edición): controles numéricos necesarios para la identificación de las obras y para su localización o identificación. Y, al igual que el día anterior, finalizaríamos con una parte práctica analizando un libro impreso. También en este caso cuidaron la selección de las obras que consultaríamos. Fue muy entretenido poder ver qué le había tocado a cada uno y pelearnos con nuestro ejemplar para poder sacar de él toda la información relevante y necesaria para una correcta descripción. La ayuda, como siempre, fue constante.

Prácticas de libro antiguo en la Biblioteca ¨Marqués de Valdecilla¨ de la UCM

Pero con pena, aquí el curso llegaba a su fin, lo cual no implicaba que finalizaría nuestra relación. Más aún por el carácter colaborativo de los miembros de PhiloBiblon, puesto que uno de los objetivos evidentes del seminario es la posibilidad de compartir las fichas que hemos aprendido a rellenar, ya que el enriquecimiento de las bases de datos a través de la cooperación de los investigadores repercute positivamente en todos nosotros. Los organizadores nos animaron a continuar en contacto, y para comenzar con sus consejos nos fuimos a comer a un conocido mercado de Madrid.

Gracias a los organizadores y a los compañeros por haber compartido dos días tan interesantes e intensos. Esta, sin duda, es una oportunidad estupenda para conocer a personas con los mismos intereses, en situaciones académicas similares, y un proyecto que puede ayudarnos en nuestras investigaciones presentes y futuras.

Mónica Martín Molares

Universidade da Coruña